Dilluns 28 d’abril 2014 a les 8 del vespre
Simon Konianski (2009 – 1h40) de Micha Wald
Amb : Jonathan Zaccaï, Popeck, Abraham Leber, Irène Herz, Nassim Ben Abdeloumen, Marta Domingo, Ivan Fox
Sinopsis: La familia Konianski se compone de: Simon, 35 años, eterno niño grande al que acaba de abandonar la mujer de su vida, una bailarina goy. Ernesto, su padre, que se ve obligado a acogerle en su casa y que no tarda en hacerle la vida imposible. Hadrien, hijo de Simon, un niño absorto en los recuerdos atroces de la época de deportado de su abuelo. Pero faltan Maurice, un viejo tío paranoïco y la tía Mala que no tiene pelos en la lengua. Al desaparecer Ernesto, toda esa gente se alista a una expedición llena de peripecias.
Critica: Tras situar la violenta historia de los Cosacos de Horse Thieves “En algún lugar del Este”, el cineasta belga Micha Wald vuelve a la tierra de sus ancestros (Ucrania) con su segundo largometraje Simon Konianski.
La película se desarrolla tanto en la Bélgica de nuestros días como en algunos países al este de Bélgica. En este contexto Wald establece rápidamente el tono de esta comedia, que cuenta la historia de una familia judía disfuncional a través de caricaturas y de clichés populares y poco acertados. Simon (Jonathan Zaccaï) es el protagonista de la historia, un parado de 35 años que se ve obligado a volver a mudarse con su anciano padre, el refunfuñón Ernest (Popeck). Éste llegará a consultar a su rabino cómo puede deshacerse de su hijo, que no se mueve del sofá, y uno de los consejos del religioso será: “Haz pis en el lavabo”.
A pesar de que el bosquejo de las neurosis de una familia judía aún influenciada por lo que sucedió en la II Guerra Mundial esté bastante trillado (no por ello deja de ser divertido en algunos momentos), Wald consigue retratar con éxito las relaciones entre padre e hijo a lo largo de la película. De esta manera el director refleja la analogía existente entre la relación que une a Ernest y a Simon y la que une a este último con su propio hijo de seis años Hadrien, cuya madre es una ardiente bailarina española.
La película se divide en dos partes: la primera se centra en el campo de batalla en el que se ha convertido la casa de Ernest donde ahora también vive Simon y donde los hermanos de éste, igual de neuróticos que él, suelen reunirse; en la segunda, sin embargo, la historia gira en torno a una viaje en coche a Ucrania para enterrar a uno de los personajes. En esta segunda parte la película adquiere un tono más serio, sobre todo gracias a la interpretación de Zaccaï, pero lo cierto es que ambas partes no acaban de encajar.
Synopsis : Dans la famille Konianski, il y a Simon, 35 ans, éternel adolescent, fraîchement quitté par la femme de sa vie. Il y a Ernest, son père, contraint de l’héberger qui lui rend la vie insupportable. Il y a Hadrien, son fils, et aussi Maurice, le vieil oncle paranoïaque, et Tante Mala qui n’a pas sa langue dans sa poche. Lorsqu’Ernest disparaît, tout ce petit monde vacille… puis s’embarque pour une folle expédition. Car Ernest voulait être enterré dans un village d’Ukraine.
Critique : Il y a deux ans, Micha Wald attirait l’attention avec son premier long métrage, Voleurs de chevaux, une fresque cosaque étonnamment lyrique vu ses petits moyens. Changement de cap radical avec cette comédie tendre et burlesque où le cinéaste belge aux origines judéo-polonaises réinvente (à peine) ses souvenirs familiaux. Son héros, Simon (Jonathan Zaccaï, impeccable), qui pourrait être son double, rejette son identité juive en bloc : non pratiquant, anti circoncision, pro palestinien et amoureux d’une danseuse goy qui vient de le larguer… Voici donc cet éternel ado hypocondriaque de 35 ans obligé de s’installer chez son père, Ernest (Popeck, un régal), dont les pulls sont assortis au canapé seventies, qui fait sécher ses sachets de thé pour les réutiliser et consulte le rabbin à tout bout de champ… Il y a, aussi, tonton Maurice, ancien combattant de la guerre d’Espagne, qui se croit toujours menacé par les fascistes et porte des postiches pour leur échapper. Et Hadrien, le petit garçon de Simon, passionné par les récits de son grand-père, rescapé du camp de Majdanek, alors que Simon préfère, lui, ne pas écouter « ces horreurs »…
La mémoire saute-t-elle une génération ? A la mort d’Ernest, tout ce petit monde prend la route car le vieux Juif belge désirait être enterré dans son bled natal polonais : l’occasion pour Simon, au cours de ce chaotique voyage en famille, de déterrer ses racines et de se réconcilier avec sa judéité. En chemin, Micha Wald ose même une halte à Majdanek : une scène casse-gueule qui émeut par son humour surréaliste et sa pudeur maladroite. Au bout du compte, à sa manière kitsch et drolatique, la petite odyssée identitaire de Micha, pardon, de Simon, réussit son pari : rappeler la nécessité de la mémoire et de la transmission. Mazel tov !